El ser humano de tercera dimensión vive en una dualidad constante. Los momentos de dudas y la confrontación interior hacen acto de presencia regularmente en su caminar por la vida. A veces acepta que le lleven la contraria y en ocasiones no. Y cuando la otra persona piensa diferente a él, le surge un muro defensivo que activa el juicio y la crítica en sus neuronas. No capta que en el otro ser humano está reflejado su propio yo. A regañadientes, el ser de tercera dimensión, permite que la Luz despierte su sabiduría interior en algunos momentos y reconozca lo primitivo que es. El ser primitivo que es intenta indagar en las profundidades del extenso universo que hay en su interior y se queda en la superficie. Y aun quedándose en la superficie, se da cuenta que no es ni más ni menos que nadie, tan solo diferente. Para estabilizar su cuerpo emocional marca una línea, crea una frontera protectora ante sus sentimientos, utiliza una de sus múltiples máscaras e interpreta el papel que corresponde al momento determinado que vive. Y así le va en la tercera dimensión. Se separa, vive solo, crea un entorno conocido, neutraliza sus emociones, actúa mentalmente y, para que no le jueguen una mala pasada, no arriesga. No le va mal, pero se está perdiendo muchas cosas. Barreras, corazas, escudos interpuestos entre un ser humano y otro. Y lo reconoce. Y cuando sucede esto último, desea erradicar de su corazón la envidia, el rencor, la rabia, las suposiciones, tomarse personalmente las cosas y todo lo que le aporta negatividad. Y fugazmente lo consigue algunas veces, pero le es muy difícil cerrar heridas que continúan todavía abiertas.
El ser humano de tercera dimensión es denso y lento de reflejos, pero no es malo, aunque a veces otros seres humanos consigan que así lo crea. Desea ser impecable, primero con él mismo, y su ego se interpone y se lo impide todas las veces que puede.
El ser humano de tercera dimensión sabe que debe relajarse y fluir con la vida, y también que en su interior existe un vasto espacio eterno e infinito al que le gustaría acceder. Reconoce a su cuerpo físico como un vehículo especial al que no trata con respeto; e intuye que, cuando abandone su realidad física, se convertirá en una bella mariposa que regresará al Hogar de donde inicialmente partió.
El ser humano de tercera dimensión se ilumina cuando recibe destellos de estrellas brillando en el cielo nocturno, y cree en la posibilidad de que existan otras civilizaciones, más y menos evolucionadas. Y siendo consciente de sus propias limitaciones, tiene la certeza que consigue todo aquello en lo que pone la auténtica energía de su corazón.
El ser humano de tercera dimensión, cuando se siente alineado con sus dimensiones superiores, es una persona feliz y se considera bendecido por la vida recibida y todas las experiencias vividas.
El ser humano de tercera dimensión vive instantes sin sentido y evaluándolos constantemente. Anhelando, soñando, corriendo, aprendiendo, desaprendiendo, ofreciendo, asistiendo, reconociendo, sufriendo, amando, sabiendo, esperando, realizando, sanando, enfermando, odiando, proyectando, escribiendo, comunicando, enseñando, oyendo, hablando, viviendo, malviviendo, imaginando…
El ser humano de tercera dimensión asiste a multitud de talleres de crecimiento interno y evolución personal. Es un mercadillo pleno de titulares y cada uno dice ser el mejor.
El ser humano de tercera dimensión está perdido y desorientado, a pesar de que en ocasiones diga lo contrario. Cuando admite que sólo sabe que no sabe nada y reconoce su propia oscuridad, es cuando deja de engañarse y puede convertirse en el águila que llegará a ser el ave fénix.
El ser humano de tercera dimensión se aproxima en contadas ocasiones a las dimensiones superiores, y eso sucede al hacer acto de presencia el Amor en toda su magnitud. En ese instante daría su vida sin dudar por sus semejantes.

© Antonio Arellano García

2 respuestas a “El ser humano de tercera dimensión -17/06/2017

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