Desmontando la realidad – 18/06/2017

Esto de desmontar la realidad suena a jugar con un puzle. Y como es un juego, yo prefiero llamarlo desmontar el tinglado, desmontar el chiringuito, desmontar el Matrix o incluso deconstruir la realidad. El mundo que perciben nuestros sentidos, los yoguis lo denominan maya, y con ello quieren decir que es un mundo ilusorio. En las dos historias anteriores que he escrito, 2-El ser humano de tercera dimensión y 3-Súper Yogui, hablan al respecto. Yo soy el primero que cada día cae en la trampa de la realidad ficticia que define la antigua tradición del yoga. Estamos “atrapados” en el mundo de la tercera dimensión, largo por alto y por ancho, cuando las medidas o dimensiones existentes son múltiples. Leí que un gran maestro yogui un día recibió a sus discípulos fumándose un gran puro; cuando llegaron y lo vieron, quedaron anonadados. Y lo hizo con la intención de romperles sus esquemas. ¿Y qué son los esquemas?
La realidad ilusoria que cada persona observa a su alrededor.
Los progenitores son los primeros que inculcan una serie de ideas y pensamientos a sus hijos, y lo hacen creyendo que son los correctos.
¿Qué es lo correcto y qué es lo incorrecto?
Los 7500 millones de habitantes que poblamos la Tierra tenemos una apariencia física distinta, e igualmente disponemos de una mirada diferente. 7500 millones de realidades coexisten en la maravillosa Bola Azulada vista desde el espacio y que habitamos. Si dos seres humanos tienen problemas para compartir su vida, ¿Cómo no los vamos a tener 7500 millones?
Y esto continuará sucediendo mientras sean tres cerebros los que nos rigen. El reptiliano, que tiene una antigüedad de 500 millones de años, el límbico y el neocórtex. En el primero y el segundo se almacenan los instintos más básicos y las emociones, y en el tercero la racionalidad. Somos todavía muy primitivos, cómo si no se puede entender el comportamiento que tenemos y cómo tratamos la casa donde vivimos, la Tierra.
La Raza humana es una especie joven y, como tal, creo que debería ser mucho más humilde. Otras especies existieron largos millones de años y cohabitaron con otras de un modo sostenible este planeta. Nosotros, los humanos, estamos acabando con miles de ellas a pasos agigantados, y tan solo llevamos alrededor de 3,7 millones de años, desde que el primer homínido llamado Lucy se incorporó y comenzó a socializar con los demás a través de sus manos.

Antonio Arellano García ©

Me resuena profundamente el mensaje de “El Credo de Buda”, a continuación lo transcribo y, con él, finalizo este escrito.

“No creáis en algo simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello durante siglos.
No creáis en algo por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo crean.
No creáis en algo porque así lo hayan creído los sabios de otras épocas.
No creáis en lo que vuestra propia imaginación os propone cayendo en la trampa de pensar que Dios os lo inspira.
No creáis en lo que dicen las sagradas escrituras, solo porque ellas lo digan.
No creáis a los sacerdotes ni a ningún otro ser humano.
Creed únicamente en lo que vosotros mismos hayáis experimentado, verificado y aceptado después de someterlo al dictamen del discernimiento y a la voz de la conciencia.
BUDA.”

 

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