Tonto, soñador y lelo – 22/11/2017

Lo de tonto, soñador y lelo viene a cuento del proceso catalán.
Yo no había sido jamás independentista y, de hecho, continúo estando en contra de las fronteras.
Nací en Barcelona, mi padre era andaluz y mi madre castellana, no oí la lengua catalana hasta los 15 años y comencé a hablarla, voluntariamente, a los 30.
La familia de mi exmujer tenía raíces catalanas y jamás tuve ningún impedimento por expresarme en castellano con ellos, incluyendo al abuelo Conrad.
Estas líneas las intento escribir desde la neutralidad y el diálogo, y lo digo, con la plena conciencia de que no serán del agrado de algunas personas.
Recurro habitualmente a la palabra Matrix y, al utilizarla, me refiero de una manera obvia a la película con el mismo nombre. Invariablemente todas y todos disponemos de un software o programa informático en nuestro cerebro, y su uso es personal e intransferible. Al escribir esto último, vengo a decir que cada persona tiene su propia mirada del mundo que le rodea.
Mi intención es ir más allá del software que domina mi mente y expresar lo que me dicen mis sensaciones internas o las que provienen del corazón. Lo que mi programa informático personal deduce, obedece a toda la información que recibe, y esta viene del entorno que me rodea: amistades, periódicos, televisión y todos los medios de comunicación. Ellos conforman el resultado final de mis convicciones.
¿Qué es lo auténtico y verdadero? ¿Lo que pienso o lo que siento?
Y ahí es dónde quiero ir a parar.
Lo que pienso lo determina mi entorno y lo que siento lo dictamina mi corazón.
¿Y cuando estoy conectado con mi corazón?
Retomando el motivo inicial de este escrito, el proceso catalán, cuando estoy más cerca de mi corazón, es en el momento que salgo a la calle y me uno a miles o cientos de personas que anhelan conseguir un sueño, y de una manera pacífica. Por mucho que digan, de una manera pacífica. Eso es lo que yo he visto y he sentido.
A mí no me importa que me cataloguen de tonto, soñador y lelo, y creo que a la mayoría de seres humanos que anhelan lo mismo igualmente les importe.
No se trata de independencia catalana sí o no, se trata de reclamar un respeto hacia una identidad propia que ha sido doblegada a lo largo de cientos de años de un modo represivo y atroz.
La vida son ciclos, y ahora existe una regresión manifiesta en contra de la diversidad y pluralidad.
La movilización de una parte importante de la ciudadanía catalana reclamando un reconocimiento, no obedece exclusivamente a desear la independencia, existen muchas otras demandas al margen de la primera. Y para mí, la primera de todas, es la justicia, más allá de lo que los políticos expresen.
Toda la culpa la tienen los políticos independentistas catalanes, o eso es lo que dicen las fuentes estatales oficiales, y yo creo que no es así. Si se hubiera de aplicar la auténtica justicia, todos los que fuimos a votar el 1 de octubre tendríamos que estar también en la cárcel.
Divide y vencerás. Es la auténtica arma. Y los que están en el poder lo saben muy bien. La lección la tienen muy bien aprendida.
Todo se conjetura en función de los hechos acaecidos recientemente y no se tiene en cuenta el porqué de cómo ha llegado a ocurrir. Y aplicar el artículo 155, no es algo que haya surgido de una manera espontánea. Ya estaba previsto en el plan.
Lo que yo siento, y lo digo expresándome como un ciudadano cualquiera incluido en los 7500 millones de personas que somos en la Tierra, es que el gobierno estatal español, apoyado por los estamentos oficiales europeos con sus propios intereses, ya sabía cómo responder en el proceso catalán, aunque evidentemente, lo han suavizado por la presión recibida de Europa.
Lo que está ocurriendo hace aflorar los instintos más bajos del ser animal racional que somos, más cerca del primero que del segundo. Y una mayoría de ciudadanos españoles, desean que Catalunya continúe unida a España, aunque sea necesaria la utilización de la coacción, fuerza y encarcelación. Y lo aceptan con el pleno conocimiento de que quien lo ejecuta, es el gobierno más corrupto y manipulador de los últimos 40 años de la historia española.
Soy tonto, soñador y lelo, y no soy el único, somos muchas personas, aunque de las tres palabras me quedo con una, la de soñador.
Y no sólo soy soñador en relación a la independencia de Catalunya, lo soy en otros muchos y diversos aspectos. Sueño con un posible mundo mejor en el que la riqueza mundial esté repartida entre todos los habitantes de la Tierra, así, nadie padecería escasez de ningún tipo. Hay medios para ello y de sobra. Y sueño también con un mundo más justo, equitativo y respetuoso con el medio ambiente. Sueño que vivimos con lo que necesitamos y que nos ayudamos los unos a los otros. Sueño que dejamos de priorizar los resultados económicos y sí priorizamos los valores humanos. Sueño que apostamos por el decrecimiento y no por el crecimiento. Sueño que reconocemos que nuestra verdadera casa no son las cuatro paredes donde vivimos y sí la Tierra que habitamos. Sueño que podemos dialogar sobre lo que sea y que respetamos el criterio de las demás personas. Y sueño que le damos más importancia al ser que al tener.
Y no me importa ser tonto, soñador y lelo.

 

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